Noviembre me trae con cada gota de lluvia un recuerdo. Un pequeño trozo de espejo, de vapor condensado en esta atmósfera extraña que nos ha tocado respirar y que arde en nuestros pulmones, intentando quemar a gritos lo que solo sale de nuestras bocas con el fuego de un susurro. De nada sirve alzar la voz, si no hay nadie dispuesto a escucharte.
Hoy me he vestido de cristal de ventana, jugando a echar humo con la mirada perdida, entre lágrima y lágrima de este cielo gris que llora la noche... Imagino tantos mundos diferentes que ya ninguno que pueda saborear, me parecerá nunca igual a este... Torpe y tosco en razonamientos; indiferente, esperando que cese algo a lo que ni siquiera han puesto nombre, simplemente hay cosas que es mejor no nombrar y la gente lo sabe.
Noviembre ya no se disfraza con flores, ni crea Santos, ni viste alcobas con luces de velas, desde hace ya tiempo... Solo disimula y espera, entre un Octubre desnudo de verano y un Diciembre sin hojas que ya empieza a oler a meláncolía de esa navidad que hace mucho que perdió la ilusión de niño y ganó la melancolía de los que ya no estarán.
Y yo, sigo sintiéndome desnudo aunque no me incomode. Vacío en espirales de esta melancolía extraña y a la vez tan bella que carcome las vigas de mis cimientos poco a poco, sin prisa pero con la pausa suficiente para recrearse en retorcer cada uno de los ténues movimientos que, no sin gran esfuerzo, intento hacer para resistirme a la caída que aventuro, la que me está esperando a la vuelta de la esquina.
No tengo miedo. No es la primera y tantas veces como roce el suelo, tantas veces acaricie el cielo... Los golpes duelen y las nubes también créan tormentas.
Todo se reduce a oscilar peligrosamente por exceso o por defecto en la línea de la eutímia. Algunos lo entendimos a la primera y solo deseamos tocar fondo para impulsarnos luego mucho más alto, aunque la gravedad irremediablemente nos condene de nuevo a caer. Es eso que llaman "ley de vida" los que la asumen como tal... Yo prefiero denominarlo mi "pequeño big bang", nada creado, ni destruído en mis sueños; mi ausencia de realidad solo se transforma.
No hay dolor sin herida, nada temo... Se que me tengo a mi mismo, tremendamente lúcido en mi locura, y absolutamente borracho de una vida que amo, aunque ella a veces no me corresponda.
Hoy me he vestido de cristal de ventana, jugando a echar humo con la mirada perdida, entre lágrima y lágrima de este cielo gris que llora la noche... Imagino tantos mundos diferentes que ya ninguno que pueda saborear, me parecerá nunca igual a este... Torpe y tosco en razonamientos; indiferente, esperando que cese algo a lo que ni siquiera han puesto nombre, simplemente hay cosas que es mejor no nombrar y la gente lo sabe.
Noviembre ya no se disfraza con flores, ni crea Santos, ni viste alcobas con luces de velas, desde hace ya tiempo... Solo disimula y espera, entre un Octubre desnudo de verano y un Diciembre sin hojas que ya empieza a oler a meláncolía de esa navidad que hace mucho que perdió la ilusión de niño y ganó la melancolía de los que ya no estarán.
Y yo, sigo sintiéndome desnudo aunque no me incomode. Vacío en espirales de esta melancolía extraña y a la vez tan bella que carcome las vigas de mis cimientos poco a poco, sin prisa pero con la pausa suficiente para recrearse en retorcer cada uno de los ténues movimientos que, no sin gran esfuerzo, intento hacer para resistirme a la caída que aventuro, la que me está esperando a la vuelta de la esquina.
No tengo miedo. No es la primera y tantas veces como roce el suelo, tantas veces acaricie el cielo... Los golpes duelen y las nubes también créan tormentas.
Todo se reduce a oscilar peligrosamente por exceso o por defecto en la línea de la eutímia. Algunos lo entendimos a la primera y solo deseamos tocar fondo para impulsarnos luego mucho más alto, aunque la gravedad irremediablemente nos condene de nuevo a caer. Es eso que llaman "ley de vida" los que la asumen como tal... Yo prefiero denominarlo mi "pequeño big bang", nada creado, ni destruído en mis sueños; mi ausencia de realidad solo se transforma.
No hay dolor sin herida, nada temo... Se que me tengo a mi mismo, tremendamente lúcido en mi locura, y absolutamente borracho de una vida que amo, aunque ella a veces no me corresponda.
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