lunes, 7 de noviembre de 2011

Vicio


No es fácil saber, ni entender el mecanismo que funde en una sola caricia el frío de una lágrima con el calor de un beso que no llega, pero se desea... Siempre me he preguntado cuanto se tarda en vestir un escalofrío de satén y carmín, para dejarlo luego resbalar desde la nuca, hasta perderse en las dunas donde acaba el desierto de tu espalda.

Una vez más te tengo que dar la razón, anclando mi boca en tus pezones... No es sencillo explicar un parpadeo, ni la fotografía exacta que se almacena mi mente, en su hueco preciso y no en otro, para ser rememorada sin sentido una y otra vez bajo la luz que se cuela por la persiana... Un dibujo oscuro y perfecto de líneas definidas, archivado en los ecos del recuerdo tal y como nunca sucedió, justo como yo quiero recordarlo y seguramente tú pretendas olvidarlo; con sus olores ocres y sus tonalidades ácidas, con un toque de audiencia sorda. Los recuerdos son propios y jamás tú y yo compartiremos alguno en su forma exacta.

No es difícil comprender que me gustan las cosas sin sentido, ¿es qué acaso algo tangible lo tiene?; me encanta tu culo firme y torneado, lo que odio son las direcciones marcadas y que jamás indiquen el el camino cuando viene una curva. Un mundo lleno de señales que interpretar exigiría demasiada atención para vivir, impidiéndonos disfrutar del paisaje... Ya sabes que la improvisación no está hecha para aquellos que no asimilan que una gota de sudor sobre el dorso de la mano jamás describirá la misma trayectoria hasta llegar al suelo.

Luego está el otro extremo de la cuerda, la que siempre aprieta pero no ahoga... Ahí estamos tú y yo, esforzándonos por no entender nada que no pueda explicarse con un buen polvo. Comprobamos hace tiempo que el caos no deja nada a su muerte, aunque el muy hijo de puta nunca sepa lo que hace... Y benditos nosotros, que nos entregamos a un baile en el que la música por primera vez en todo este tiempo que lleva sonando, no importa en absoluto.

El calor de fundirse en tus piernas todo lo toca, desde el susurro de lo absurdo, hasta el huracán de tu mirada. Y yo, me conformo con ser el tifón que azota las humedades de tu cuerpo de forma desordenada, con irreverente altanería... Orgulloso dentro de ti, me sobra con desgastar y consumir en gemidos cada segundo de nuestro orgasmo. Ese es el único momento en el que escapamos del caos, logrando la libertad absoluta que tanto anhelamos y que de otra manera, en este mundo no existe.

Somos sexo esclavo, y tal vez un poco de otras cosas... Pero eso ya casi no nos importa.


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